Miro alrededor, y el mundo me obsequia con gran cantidad de estímulos. Muchos de ellos son contradictorios. El de peor convivencia, hoy, con mi terca inocencia, es pensar que los autores de esta música pertenecen a la misma especie biológica que la mayor parte de los protagonistas de las alarmantes noticias que llenan las secciones del telediario. Y sin embargo, casi todos esos protagonistas son, además, personas queridas y respetadas en sus casas. Ello me hace suponer que la crisis no es sólo una convulsión grande y angustiosa para muchos. También podría ser algo del todo necesario para curarnos de algún mal invisible que amenaza a nuestra condición de seres humanos. O quizá ese mal, sea nuestra propia condición en sí misma.
En este tiempo de estupefacción y pesimismo difíciles de combatir, miro al ancho cielo y puedo escuchar a los Rippingtons. A las tres de la tarde, la compañía de la guitarra de Russ Freeman será, con toda seguridad, mejor alternativa que la de prender la tele.
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