Es temprano. Las 6:15 de la mañana. El sitio está cargado de maderas abrigando la superficie de sus paredes. Hay luces amarillas que me parecen acogedoras, y pequeños sillones de brazos abundan en el espacio central. Aunque no lo puedo probar (yo he acabado en una estrecha barra flanqueada por una de los cerramientos del local y una hilera de taburetes altos, encima de los cuales nos sentamos yo y un número indeterminado -puede que tres- de transeúntes), los sillones deben de ser bastante cómodos. Eso se deduce del gesto corporal de los parroquianos que los ocupan, y que se repanchingan en ellos como si se encontraran en el salón de su casa. La gracia de la cosa es que esto es un aeropuerto, y no parece que sea un lugar que sugiera la presencia de parroquianos. Pero los sillones están llenos de ellos. Si no fuera así, no estaría yo sobre este taburete insolente, que agrede a mis huesos todavía dormidos.
El camarero es un tipo algo ambiguo (exactamente de la manera que están pensando), con un grueso mechón de pelo que le cae en diagonal a 45 grados tapándole el ojo derecho. Si no me confundo, eso implica que él no puede ver el izquierdo mío. Le he pedido un café espresso (este es el único bar que tiene algo que se parece al café) y él me lo ha servido. Aunque mis preferencias a esta hora de la mañana pueden parecer ortodoxas, quizá no lo sean tanto. En efecto, nadie más toma café en este lugar. En cambio, las mesas de los parroquianos están llenas de pintas de cervezas, e incluso hay algunos vasos largos que contienen líquidos de sospechosa transparencia que apostaría a que no son agua. Quizá soy el único que necesita un estímulo para estar despierto a estas horas tan de estar dormido. En fin, que este ambiente de pub británico, en este lugar y a estas horas, me ha parecido tan sorprendente, que aquí ando tomando notas para poder convencerme luego de que todo esto no fue la consecuencia de no haber alcanzado un razonable estado de vigilia. Y si no he hecho en modo on-line esta pequeña crónica costumbrista, ha sido porque daba la impresión de que el wireless access era más less que more en el bar, y porque una vez que no he advertido la presencia de George Kennedy por los alrededores, he pensado que ya tendría tiempo de hacerla cuando llegara a casa.
Noviembre de 2008
A la mayoría de la gente no suele gustarle las esperas en los aeropuertos, pero creo que la culpa de ello no es del aeropuerto sino de la espera en sí. Lo que no entiendo bien es qué pinta George Kennedy en tu bar de wireless access más less que more. Seguro que hay una explicación para ello y yo soy toda oidos, u ojos.
ResponderEliminarEn los años 70 hubo una serie de largometrajes que tenían como tema nuclear los desastres aéreos, y que se llamaban Aeropuerto I, II, etc. El actor George Kennedy actuaba en todas ellas. Es por eso que si le ves montándose en tu avión, es mejor que llegues tarde al embarque.
ResponderEliminarUn saludo, Anónima
Ah amigo, ahora sí entiendo esto: "y porque una vez que no he advertido la presencia de George Kennedy por los alrededores, he pensado que ya tendría tiempo de hacerla cuando llegara a casa."
ResponderEliminarAl leerlo no lo relacioné, estaba despistada en la barra.
Gracias :-)
nltc