Un día ya no le quedaron fuerzas para seguir cuidando de la tierra, y de los animales que, con ella, le habían hecho compañía y dado de comer. Ese día la soledad de la aldea se hizo densa como el cielo oscurecido de las tormentas de verano, y las grietas de las casas abandonadas adoptaron el rictus que antecede a la muerte. Así que vendió todo lo que tenía algún valor y se fue a la ciudad. Si otros que le habían precedido pudieron sobrevivir a una amnesia inmisericorde que borra de golpe la mitad de la vida, es porque en la otra mitad también hay cosas que le hacen a uno estar bien. Quizá el entorno tuviera un aspecto más de grises y marrones, que de verdes. Pero, al menos, ahora, podría contrastar con los demás su percepción sobre los colores que pueblan el mundo.
Julio de 2010
Sangre gorda
Hace 4 años
Preciosa la entrada, preciosa la música.
ResponderEliminarY si lees a la vez que escuchas, doble placer.
Qwerty.
Muchísimas gracias, Qwerty.
ResponderEliminarHe descubierto (gracias una vez más a Internet) que hay una enorme cantidad de buena música por ahí, que comercialmente no es viable en España, y de la que nunca llegamos a tener noticia.
Un abrazo.