No diré que mi fe en la actividad política (de los políticos) se desmorona. En realidad, algo que se desmorona parece que requiere, de manera previa, de una cierta altura que permita a la caída alcanzar importancia. Y la cuestión a la que aludo nunca tuvo longitud suficiente, en lo vertical. Pero la actividad política significa muchas cosas distintas, y no voy yo embistiendo al bulto, sino que me refiero concretamente a la escasa capacidad de los políticos para abstraerse de vez en cuando de las "necesidades" organizativas, electorales y de supervivencia de los partidos a los que pertenecen, para centrarse en el núcleo de la cosa que debería ser el motor de su vocación, esto es, promover que se haga lo que más conviene para mejorar la situación de los ciudadanos, o al menos de la mayor parte de ellos; o cualquier otra definición de las miles de ellas que se podrían formular, bajo una intuitiva idea que es más o menos común para todos. Quizá no tanto para los políticos, cuando apoyada la cabeza en la almohada, se desvelan pensando en su ajetreado día de mañana.
Por otra parte, ya hace tiempo que se me secaron determinados idealismos de los que a uno se le va empapando el cuerpo a lo largo de los años, y entiendo que tampoco se puede hacer política a base de referéndum semanal, para garantizar así el eco permanente de la opinión de los administrados en los temas a administrar. Y hasta aquí esta reflexión, que daría para mucho más, pero que necesitaba sólo con la finalidad de introducir otra relacionada con ella. Ésta se refiere al hecho de que para poder mejorar los partidos políticos sus resultados en la tarea de conseguir ser vistos lo mejor posible (a costa necesariamente de procurar que no se haga demasiado de cerca), no han dudado en alargar todo lo necesario el cable del micrófono a través del que lanzan sus mensajes; y en la consecución de ese objetivo, se han hecho con la inestimable colaboración de los medios de comunicación.
Aquí hay dos cuestiones que ocupan mi reflexión de algún modo. Por un lado, no sé si quiero tener respuesta a la pregunta del millón, y que, formulada en dos mitades, sería algo así como ¿es posible para un determinado medio de comunicación estar alineado siempre con otra fuente de opinión ajena a él, desobedeciendo pertinazmente incluso al más elemental comportamiento probabilístico de que alguna vez pueda producirse un desacuerdo entre ambos?, y en su consecuencia, y supuesta la imposibilidad de lo anterior, ¿qué beneficio material tiene un medio con hacer ese eventual ejercicio de auto limitación?
La segunda cuestión es algo más prosaica, lo admito. En el tiempo que paso en el coche (mi ocasión habitual de oír noticias), y en el ánimo de no comprar el primer pantalón que me pruebe, intento escuchar más de una emisora. Ello me supone poner en riesgo mi seguridad al volante, puesto que la radio no tiene sistema automático de zapping, y depende por tanto, de la capacidad de mi dedo índice para interactuar sobre ella, con la consiguiente distracción potencial. Creo que, inadvertidamente, las opiniones que nos entran de manera continuada por los oídos, acaban por quedársenos dentro, aunque nuestra percepción es la de que tenemos convicciones firmes para todo, o casi todo, y a prueba de bombardeos de opinión.
Al final, mi sistema, bromas aparte, no es solución tampoco, y tengo la impresión de que existe una cierta paradoja final. Diversificando las fuentes en aras de mejorar la información, el resultado final es que entre todos la mataron y ella solo se murió, o lo que es lo mismo, nunca acabamos de saber si son galgos o podencos.
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