Pedrito sospecha que no le es indiferente del todo a Ana Belén.
Si no fuera así –intuye-, ella no bajaría la cabeza con ese pudor juvenil, a la
vez que amordaza con un cuidado impostado, una sonrisa seductora que a él le
vuelve loco; todo ello al cruzarse ambos cada mañana en la Puerta de Purchena,
cuando el chico baja hacia la zona del Puerto, camino del supermercado. En esos
instantes, las grandes mariposas rojas que adornan el edificio testigo del
encuentro, le parecen insignificantes a Pedrito, al lado de las que siente en su
estómago.
Pedrito ha podido conocer gracias a Elena, una vieja amiga de su
familia que vive en el mismo edificio que Ana Belén, algunos detalles relativos
a la chica de sus mañanas. Elena le ha hablado de manera entusiasta de Ana
Belén y de las cualidades que la adornan. Aunque puede que el entusiasmo lo
haya puesto él en realidad, cuando Elena le reveló esta conexión tan afortunada
como insospechada. En las conversaciones entre Pedrito y Elena se ha hablado de
los habitantes de la casa de Ana Belén; de sus tres hermanos varones, que a
Pedrito le ha parecido que no es un hecho de gran ayuda en el proceso de
acercamiento y conquista con el que sueña; de la costumbre de la familia de ir
a dar un paseo cada domingo por Las Salinas y el Cabo. Y de su padre, por fin,
con quien Elena le ha aconsejado que sea cuidadoso y prudente a la hora de
acercarse a Ana Belén, cosa que ocurrirá si él supera el miedo y la indecisión.
En esa circunstancia, Pedrito deberá actuar un poco a la antigua, porque el
padre de Ana Belén es militar, un hombre de su tiempo, que no es tanto el
tiempo de hoy; y es persona de poca manga ancha para según qué cosas, entre las
que se encuentra sin duda, los modos actuales de flirteo entre los jóvenes.
Como quiera que el chico no sabe interpretar muy bien el término
“a la antigua”, ha estado buscando en internet cosas relacionadas con esa
expresión, en un ‘ciber’ que hay en la calle Acosta, cerca del Ayuntamiento.
Allí ha aprendido que lo que mejor impresión le produce a un padre del estilo
del de Ana Belén, es que el aspecto de un pretendiente anuncie seriedad. Y
cuando ha hablado del tema con Rubén, el dueño del local, que es casi un hombre
venerable por la edad que tiene, éste le ha aclarado que eso significa ponerse
un traje. “Sí o sí, muchacho –le dijo Rubén-, puedes olvidar el calzarte antes
de salir a la calle cualquier día, pero aquel en el que te des a conocer a la
familia de una chica que no es cualquier chica para ti, ese día no puedes
olvidarte de vestir un traje”. Así que, durante los últimos seis meses, Pedrito
ha estado ahorrando una parte de su sueldo de reponedor en El Árbol, y se ha
comprado un traje. Aunque su hermana le ha dicho que no tiene, una vez metido
en él, el mismo aspecto que el tipo guapísimo que anuncia el Corte Inglés por la
tele, dice también que puede valer. Él espera que eso sea verdad, porque no cree
que los acontecimientos corrientes de su vida social le brinden muchas oportunidades
de utilizar el traje, si en este lance no llegara a tener éxito. Eso andaba
pensando Pedrito, mientras, nervioso e insomne, su cuerpo recorría la cama de
lado a lado la noche anterior al día elegido para llevar a cabo su plan.
Todavía no hay luz. Sólo se intuye en el horizonte un pequeño
reflejo que se irá haciendo claridad, e incendiará el cielo lenta y progresivamente
por el lado de Las Almadrabillas. Pedrito se ha sujetado el bajo del pantalón
con una pinza, para que no se le enganche con la cadena de la bici. En
bandolera, lleva una pequeña mochila de tela, en la que transporta todo lo
necesario, que es bien poco, en realidad. El calor será clemente aún durante un
buen rato. Por eso ha escogido una hora tan temprana. Por eso, y para no
encontrarse con nadie, a quien tuviera que explicar, difícilmente, sus actos. A
la altura de la Iglesia de la Almadraba de Monteleva, el sol ya empieza a
desplegar calor vertical y verano. Afortunadamente, ya queda poco; y Pedrito
pedalea con ahínco, encorajinado por la inminencia del momento en el que sus
intenciones pasarán a ser hechos.
Las gotas de sudor le resbalan por la nariz. Aunque ya hay luz,
y algo de sol, no es tanto el calor, sino el nerviosismo y el corazón que
bombea sangre a paladas por todo su cuerpo. Las letras se van perfilando. Ya
casi ha terminado. De vez en cuando se distancia del muro para ver el efecto
que produce su trabajo desde una cierta distancia. Está satisfecho del color
elegido. El rojo representa la pasión, de la que él rebosa, y es el color de
las mariposas de Purchena. El mensaje es tan explícito que Ana Belén jamás
podría ignorarlo.
Pedrito desciende a la carretera. Aún no se atisba un
alma en los alrededores del Faro. Mira satisfecho el trabajo realizado. Guarda
los botes en la mochila, y se dispone a subirse a la bici para regresar. Decide
que en el punto en el que se encuentra, ya puede quitarse la chaqueta y
aflojarse la corbata. Así el viaje de regreso será más cómodo. Para el trajín
que ha sufrido ya tan de mañana, el traje no se ha arrugado demasiado.
Julio de 2013
Fotografía: Flaurash
Hummm ¿Todavía hay amores de este tipo? No todo está perdido entonces jeje
ResponderEliminar¿Y ese homenaje a Almería? Tengo curiosidad
Hola Inmagina. Seguramente sigue habiendo amores de ese tipo. Sin duda, los hay. Ahora bien, difícilmente entre la gente que ya anda cumpliendo junios en lugar de abriles. Eso creo.
ResponderEliminarPara saber que es un homenaje a Almería, hay que conocer mínimamente Almería. Me parece que no la nombro en ningún momento. Así que me ha encantado que lo hayas reconocido. Muy brevemente: Pasé tres días en Almería esta última Semana Santa, y me acogieron con mucho cariño unos amigos virtuales que tengo en aquella ciudad. La oportunidad surgió al visitar el Faro del Cabo de Gata. La pintada es real. Y ¿no apetece fabular, que diría Alterfines, sobre la persona que está detrás de ella?
Un saludo y gracias por la visita.
A eso me refería, es bonito pensar que todavía pueda haber gente jovencita capaz de cosas así, pero bueno, esa declaración de amor alguien la ha escrito, así que debe existir.
ResponderEliminarLo de Almería tiene truco, mis padres son de un pueblecito de Almería y aunque yo la conozco muy poco, he estado alguna vez, si nombras la Puerta Purchena me lo pones fácil.
Besos
Efectivamente: como persona seria y sensata que es (algo tendrá de su creador, digo yo), Pedrito se pone el uniforme adecuado para la empresa que ha de llevar a cabo, cual es anunciarle al mundo entero su devoción por Ana Belén.
ResponderEliminarY es que lo cortés no quita lo valiente. Es maravilloso volver a leerte, pieza.
Un abrazo.
(P.D.- Por vigésimo octava vez: por favor, desactiva el filtro/contraseña para poder publicar un comentario, porque se hace muy cuesta arriba...)
Gracias, amigo. Es que lo que se hace, se hace bien, ¿no?
EliminarDisculpa lo del filtro/contraseña. En cuanto sepa quééhloqueéhesah, lo desactivo...
Si no lo he hecho en una jornada solar (la de hoy sin ir más lejos), please enviame un correo con instrucciones detalladas... Sorry :-(
Buenas, de nuevo, ilustre:
ResponderEliminarEs que yo soy de WordPress, no de Blogger, pero estoy convencido de que en las 'preferencias' de tu 'gestor de contenidos' de Blogger hay algún tipo de menú con un 'preferencias' donde a buen seguro que puedes "destachar" (me acabo de inventar un palabro) la opción de pedir que escriba su captcha/password a todo aquel que realice un comentario.
Sin ir más lejos, en el minuto 3:48 de este tutorial de YouTube lo tienes (creo). Cuando lo hagas pásale esto a tu amigo el de Costa Ballena, que también lo tiene así.
Un abrazo, y feliz verano.
El tutorial en cuestión es: http://www.youtube.com/watch?v=j7_6jp2Se9g
ResponderEliminar¡Maldito calor!