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domingo, 3 de julio de 2011

Albert y los caballos



Ni siquiera la presencia de los caballos era tan inevitable como la de Albert en el hipódromo. Albert solía decir de sí mismo que era un experto en carreras de caballos, y aunque nadie creyó nunca que fuera así, él siempre trató de compartir con los demás sus cuestionables conocimientos sobre ellas. En pos de alcanzar ese objetivo, Albert acostumbraba a recorrer las diferentes estancias del hipódromo dando discretamente a todo aquel que quisiera escucharle, el chivatazo acerca de qué caballos resultarían ganadores en las carreras del día siguiente. De esa forma, nunca hizo rico a nadie, pero sí ganó muchos amigos entre los habituales de aquellas instalaciones: empleados del hipódromo, la mayoría; desocupados de la vida, otros.

Albert nunca acertaba en sus pronósticos. Molly, dueña de la taberna Horseshoe, decía que si su posición económica hubiera dependido de los consejos de Albert en las apuestas, en vez de propietaria sería camarera, en el mejor de los casos. -Ese montón de buenas intenciones- señalaba –sabe de caballos lo que yo de física nuclear.

Cuando algún visitante poco avezado en los códigos del hipódromo ponía en cuestión la habilidad de Albert para predecir ganadores y colocados, éste se solía defender diciendo que el problema era que los jockeys no comprendían a los caballos. –Yo sé qué caballo es el más rápido, pero difícilmente puedo predecir qué jockey la cagará en su monta- argumentaba. Según él, los caballos eran demasiado ‘buena gente’, por no escupir de un brinco violento a algunos zopencos de los que creen que ser jockey consiste exclusivamente en vestirse con ropajes de colores vivos. Tal era su paciencia, la de los potros, con esos individuos, que necesariamente iban al cielo cuando ya tenían que ir a algún lugar fuera de este mundo.

La leyenda al uso decía que Albert había sido un jockey magnífico muchos años atrás. Su complexión menuda y su consistencia fibrosa avalaban esa hipótesis. Desgraciadamente, los años que tenía Albert eran muchos, y ya no le quedaban coetáneos que pudieran atestiguarlo. Por otra parte, la discreción de Albert en lo relativo a sus vidas anteriores era de sarcófago egipcio. Molly aseguraba que Albert ya tuvo que estar en estos parajes antes que el mismo hipódromo. Simplemente esperó a que alguien lo construyese a su alrededor. De esa forma, nunca necesitó entrar en él.

La última vez que vi a Albert estaba emborrachándose con Pinky, el limpiabotas del Horseshoe. Fue el día en que apostó por Cloudy Monday en la tercera. Nadie más apostó por aquel caballo, por mucho que Albert hubiera anunciado, como siempre, su pronóstico a todos. Celebró la consecución del premio convirtiéndolo en alcohol, en perjuicio de su hígado, y beneficio del alma de todo el que quiso acercarse por allí.

-Invitar es lo menos que puedo hacer: al fin y al cabo, yo apuesto con ventaja - dijo poco antes de quedarse inconsciente para siempre. Luego, se fue al cielo a hacer compañía a los caballos antiguos. O al menos, eso suele decir Molly que tuvo que suceder necesariamente.



Septiembre de 2005

3 comentarios:

  1. Que historia más entrañable. Y el nombre del personaje es perfecto: Albert suena a tipo menudo, poco entrado en carnes. Bueno, yo lo habría visto así aunque no me lo describieras.
    Saludos veraniegos.

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  2. Me ha gustado especialmente eso de que esperó a que construyeran el hipódromo alrededor de él Perfecta forma de describir al personaje, a esos personajes que siempre estuvieron allí, aún antes de que existiera ese "allí".
    Me ha gustado mucho, parece la secuela de un suceso colateral que nunca apareció en la versión definitiva de "El golpe".
    Un abrazo.

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  3. Hola Celsa,

    Es verdad que Albert le pega al tipo. Y tenía que ser inglés el nombre, porque el ambiente de las carreras de caballos suena como a algo británico.

    Un beso.


    Qwerty, el caballo de la carrera aquella en la que despluman a Worlegan, o Pittingam, o como se llamara Robert Show en la magnífica película que mencionas, se llamaba Blue Note. Estos datos, que por mucho que la película sea inolvidable, siempre se olvidan, me los suele recordar tu hermano que tiene muy buena cabeza para estas cosas, y aún para otras.

    Un abrazo


    PD. Este sitio no reconoce mi cuenta de blogger. Y yo con mis escasos conocimientos informáticos, no sé arreglarlo. ¡Maldita sea!

    PD2. Siento la tardanza en la respuesta

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