Hoy me he despertado con la sensación de tener un peso extraordinario (que no se correspondía con el del aire, que es liviano como todo el mundo sabe) encima de mí. Cuando al final me he podido incorporar, he visto que lo que me aplastaba en mi transición a la vigilia era el diferencial de la prima de riesgo de la deuda soberana española con respecto al bono alemán (joder, que nombre más largo. Parece el de un infante de la familia real o algo así), que anda estos días más recio y rotundo que los tipos esos que hacen concursos de arrastrar camiones. No sé. Me da por pensar que lo mejor que puedo hacer es darme cualquier capricho que esté hoy al alcance de mis economías, para prevenir que dentro de algunos meses, semejante concepto, el capricho posible, pase a pertenecer a la categoría de entelequia sin haber hecho yo uso de él a plena satisfacción.
Y el caso es que a mí sí que me salen las cuentas. Me explico. La evolución del Producto Interior Bruto Mundial, de acuerdo a los datos y estimaciones del FMI en los tres últimos años es la siguiente (salvo error u omisión del que suscribe, que todo es posible por lo malaje que se ha puesto el dar con estos datos en la red):
2009 = - 0,524 %
2010 = + 5,010 %
2011 = + 4,401 %
Parece que el año 2009 fue el de pasar las de Caín. Pero en términos meramente intuitivos, cabría pensar que la cosa ha ido mejorando, y que durante este año 2011 cada habitante del planeta podría vivir un 4,4 % mejor que el año anterior. O expresado de otro modo, y dicho con una cierta crudeza: si existe una gran cantidad de personas en el mundo cuya renta anual se incrementa porcentualmente en cifras capaces de contener varias decenas (y las hay, no les quepa la menor duda de que las hay), hay otras que necesariamente deberán olvidarse de comer, porque alguien tendrá que aportar el factor negativo a esta magnitud estadística tan mentirosa, pero tan ilustrativa a un tiempo. Sí, ya sé que esto es una simplificación de la realidad y que las cosas no funcionan así. Claro. Pero sé también que hoy, las cosas “no funcionan”, a secas, para un porcentaje brutal de la población mundial, o de un país, pongamos que hablo de España, o de cualquier otro conjunto de personas que tengan una forma de “organización” social común, de la que nos dé por hablar; de manera que empieza a no servirme de consuelo que la realidad sea injusta. Cuando eso ha sucedido en el pasado, la Historia nos dice que lo que se hace es cambiar la realidad. Y eso no supone necesariamente montar revoluciones varias ni incrementar el consumo de guillotinas. No hace falta tanto.
La gente suele decir que hombre, que no hay que ser ingenuos, que todo el mundo sabe que las decisiones en materia de economía no las toman los políticos, sino los poderes económicos globales, o locales, que sostienen a éstos. Y luego de decir eso, ya no dicen más nada. ¿No es increíble? Nos hemos acostumbrado a lo inaceptable, y ya no hay dolor. Y luego, a pesar de todo, esos políticos que han hecho de su independencia, de su vocación de servicio público y de su elogio constante al concepto de solidaridad, objetos de comercio, obtendrán, pese a todo, unos magníficos resultados electorales. ¿Cómo coño es posible que los mercados pueden atacar a los Estados (informadores económicos dixit), si son los gobernantes de los Estados los que hacen las leyes que tienen que acatar los mercados?
Y no crean que se me escapa que esto es algo que ocurre en todos lados, y que enderezar la cosa es una cuestión más que complicada y larga en el tiempo. Sí que lo sé. Puede que por el hecho de saberlo me haya costado tanto superar esta mañana el lastre que suponía el tejido del que está hecho el diferencial ése del que todos hablan últimamente. Quién hubiera dicho que un ‘punto básico’, con ese nombre tan de poquita cosa, tan de no romper un plato, pesara tanto como el Osmio. ¡Manda huevos!
ja,ja,ja.Contado así, mira que me cae bien el diferencial ese....!
ResponderEliminar......... en qué estaría pensando, quise decir la prima!
ResponderEliminarNo, si a mi la prima me cae bien. La prima que es hija de mi tío, quiero decir.
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