estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



domingo, 27 de marzo de 2011

¡Qué se le va a hacer!


Siguiendo la más pura ortodoxia de Hollywood, Eusebio entornó levemente los ojos y apretó los dientes para que su mentón pareciera algo más sólido y desafiante. Sujetó el mando a distancia con su mano derecha, situando la izquierda justo debajo para que le hiciera de base, y así dar al conjunto la firmeza necesaria. Al mismo tiempo, mantuvo las piernas separadas y ligeramente flexionadas, obteniendo así la estabilidad necesaria para no errar el disparo. Y no lo hizo. ¡Tui, tui! fue la respuesta acústica del coche.


Desgraciadamente para Eusebio, toda la pantomima fue observada por Enriqueta, la viuda sesentona del segundo B, que había aparecido, como por ensalmo, por la esquina de la panadería, y se deslizaba con calculada premiosidad por la acera de delante del portal, sujeta a su abnegado carrito de la compra.


Al llegar la mujer a su altura, Eusebio le dio los buenos días. Le salió al hacerlo un torpe proyecto de sonrisa mezclado con seña de duples. Ella le contestó, breve y digna. Sin mirarle. Y se alejó mientras la barbilla se le disparaba ostentosamente hacia el cielo azul.


Eusebio se encogió de hombros. Después de todo, su situación no era peor que la del día anterior, porque era casi seguro que su imagen a los ojos de aquella dura mujer no tenía ya empeoramiento posible. Una pena. Con lo que ella le gustaba, orgullo incluido, y probablemente no conseguiría nunca llevarla a pasear en su coche nuevo. El último coche de todos, que la jubilación no da ya para tanto dispendio.



Octubre de 2005 Rev. Octubre de 2009

6 comentarios:

  1. ¿Con sesenta todavía se luce el coche ante las chicas? Y yo que pensé que esa fase la había superado hace mucho...

    PD: Con tu permiso utilizo este espacio para hacer saber que he vuelto.

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  2. Mi querido Prionodonte, escritor imaginativo donde los haya, ¡qué agradable sorpresa! Te hacía envuelto en tejidos diversos fabricados a base de celulosa, e inmóvil como las momias que no han viajado a Hollywood.

    En realidad, a Eusebio le bastaba con llamar la atención de Enriqueta, sin necesidad de utilizar un coche. Pero, ya una vez conseguido eso, lo de pasear en coche con una señora estupenda, es para todos los públicos, creo yo.

    Un abrazo.

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  3. El sonido de apertura del coche que sepas que se ha oído estupendamente y el primer párrafo lo has clavado visualmente.

    Vaya con Enriqueta que estirada!
    Pues ella se lo pierde… el paseíto y el efecto lifting rejuvenecedor instantáneo que se puede derivar de compartir esa imaginación que se intuye en Eusebio, el vaquero más singular al sur del Manzanares.

    Yo lo he visto así…que se le va a hacer!

    Este texto me ha recordado aquel día en el que estaba yo un poco despistada pensando en mis cosas. Llegué andando al portal de casa, saqué del bolso la llave del coche y a dos palmos de distancia de la cerradura de la puerta, pero apuntando perfectamente bien, apreté el botoncito de abajo, el de apertura a distancia y me quedé esperando, es más, creo que incluso le apreté una segunda vez al comprobar muy extrañada que no se abría…je,je….menos mal que no apareció ningún vecino mientras duró este trance.


    Aquí va una sonrisa acompañada de la seña del treinta y uno

    Keira

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  4. Pero Keira, ¿la puerta del portal no se abrió? Lo que necesitas es un coche "fantástico" como el de Michael Knight. Te hubiera bastado con decir: "Kitt, ábreme la puerta del portal", y ya.

    Otro sonrisa para ti. Yo con seña de duples.

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  5. Jajajaa, que dura la Maru, oye...
    Me encantó la primera escena, cuano enciende el coche. Pensé que se trataba de la tele. Creo que aunque hubieras parado el relato ahí, tras el tui-tui, habría funcionado por sí solo. Es una imagen muy potente, y un buen micro.
    Un abrazo.

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  6. Gracias Sinuosa. Yo creo que hoy en día, Eusebio ya no se hubiera podido comprar un coche nuevo. Y mira tú por dónde, que no hay mal que por bien no venga: Enriqueta no le hubiera pillado jugando a los vaqueros con el mando a distancia.

    Un abrazo.

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