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martes, 5 de octubre de 2010

Todos los caminos llevan a Roma


El pasado 29 de septiembre hubo una Huelga General en España, a la que, si nos dedicamos a escuchar con cierta atención las distintas opiniones que se vertieron sobre ella antes de que se produjera (después, se ha hecho un silencio absoluto y mágico, como nunca antes se vio en relación a un hecho de tanta relevancia), aún no sabemos dar una interpretación que pudiera ser más o menos consensuada por la mayoría, y que nos sirviera, por tanto, para ilustrar los libros de Historia.

Nuestro Gobierno lleva un par de años dando “palos de ciego” en su intento por combatir esta crisis inmisericorde que nos está pasando por encima como si de un tsunami se tratara. Pero seamos justos: Los gobiernos de otras naciones equiparables a la nuestra en desarrollo y organización económicos, han estado en una situación muy parecida. A lo sumo, ellos daban “palos de tuerto” si aceptamos, y justo es hacerlo, que aquí la ceguera se nos vino antes por culpa de los calendarios electorales. Me parece que eso ya no lo discute nadie.

Lo cierto es que arrastrando esta situación desde hace tantos meses, puede que hasta el Gobierno se dé por bien parado con una sola Huelga General. O sea, que el que más y el que menos de los que se sientan en la mesa del Consejo de Ministros debe pensar (eso sí, por lo bajini): “Los sindicatos nos han dado ya mucha cancha, probablemente más de la que hubieran dado a algún otro”. Si a esto le añadimos que se ha alcanzado un acuerdo de servicios mínimos en materia de transporte, al menos en lo que a las competencias estatales se refiere, que es algo que a uno se le antoja un pelín contra natura en una situación de Huelga General; y que para definir el ambiente de la jornada se utilizó la expresión de que se había desarrollado con “absoluta normalidad”, que parece algo más ajustada a hechos festivos (fiestas patronales, elecciones legislativas, y cosas así), da la impresión de que el Gobierno, sin querer, quería esta huelga.

Los sindicatos mayoritarios han tenido tanta mano izquierda durante todo este proceso, que apenas sabían ya utilizar la diestra. Esto parece razonablemente verdad. Pero también es verdad que el axioma del “conflicto de clases” y las formas en las que se manejan las divergencias de objetivos entre empresarios y trabajadores, no son las mismas que hace, pongamos por caso, 32 años. Probablemente los sindicatos hayan sabido ver eso. Pero finalmente han aguantado hasta donde han podido. Y la raya a partir de la cual ya no les ha sido posible hacerlo se llama “dignidad”. Es así de claro. Ellos sabían de antemano que el Gobierno no podía dar marcha atrás en la reforma laboral aprobada, pero la “mala conciencia”, que entrecomillo con toda intención, ya no les dejaba otra salida que convocar la movilización. Resulta bastante ilustrativo el comentario de Ignacio Fernández Toxo, cuando manifestó que “convocar una Huelga General es una auténtica putada”. Yo creo que todos entendemos qué es lo que quería decir diciendo lo que decía.

Sin embargo, los sindicatos han sacado algo positivo de esta huelga huérfana de entusiasmo. A tres semanas del día 29 de septiembre, el que más y el que menos, creía que la convocatoria iba a tener un seguimiento infinitesimal. No había ambiente de huelga. Sólo desgana. Y sin embargo, las organizaciones sindicales se han puesto las pilas, y han conseguido hacer un test bastante afortunado del músculo movilizador del que aún disponen. Si con un móvil más que dudoso, el resultado, guerra de cifras al margen, ha sido el que ha sido, ¿qué hubiera pasado de haber contado con uno de contundencia más tangible?

En fin, que a los sindicatos se les han hecho muy largas las 24 horas del 29 se septiembre. Más que un día sin pan. Y me parece que los sindicatos no querían, queriendo, esta huelga.

Los trabajadores se han quedado en medio de todo este lío, como una isla que no tuviera ni aeropuerto ni muelle para barcos. Es como si hubieran visto una película en la que al salir del cine uno no está seguro de que el malo fuera tan malo, ni tan bueno, el bueno. O al revés. O tampoco. Ni los sindicatos se habían ganado su respaldo con la constancia suficiente, ni el Gobierno el beneficio de ser defendido.

Cuando hay una Huelga General, parece que lo razonable es que cada uno esté en el sitio que le corresponde. En esta, que además no servirá para cambiar el rumbo de las decisiones en materia legislativa que la motivaron, o puede que precisamente por ello, todo el mundo pareció jugar a las cuatro esquinas, y situarse dónde no se le esperaba. Pero hubo huelga. Parece que una vez más se demuestra que todos los caminos llevan a Roma.

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