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sábado, 24 de noviembre de 2012

El "fracaso" de una huelga general

Diversas fuentes de opinión han señalado que la huelga general que tuvo lugar en España el pasado 14 de noviembre fue un fracaso. Parece claro que el hecho que se maneja para concluir en esa calificación, es que el seguimiento de la misma no fuese mayoritario. O puede que incluso fuera más cierto decir que fue escaso.

Sin embargo, una huelga general no es un objetivo en sí misma, y, por tanto, no se puede valorar como éxito o fracaso. Eso habría que hacerlo en relación al objetivo al que está asociada la acción de huelga; y que me da por pensar que era la de “informar” a los que mandan, de manera expresa y sin posibles interpretaciones extraviadas, que la ciudadanía está en contra de la forma en la que se están haciendo las cosas, fundamentalmente en lo relativo a la gestión de la crisis. Claro, todavía existe un pequeño grupo de opinión (y probablemente siempre lo hará, en alguna medida) que intenta mantener vivo un cierto romanticismo histórico, según el cual una huelga general es una acción que persigue un objetivo singular e identificable, como el derrocamiento de un gobierno. Esta posibilidad que es verosímil para algunas personas, me traslada a hace más de un siglo, cuando la sociedad se explicaba en gran medida por la dualidad entre capital y trabajo, y la lucha de clases era el principio fundamental e inevitable de una convivencia en constante estado de incertidumbre.

Si analizáramos los factores que afectan al seguimiento de una huelga como esta, puede que tuviéramos que aceptar que, aún en el hipotético caso de que hubiera un único dato de seguimiento real y compartido por todas las partes (tengo la percepción a este respecto, de que la guerra de cifras ha sido, en esta ocasión, una contienda suave y breve), éste no sería un indicador válido del ánimo de la ciudadanía. En efecto, eso parece un hecho indiscutible, teniendo en cuenta que un porcentaje abrumadoramente mayoritario del empleo en España se encuentra en la pequeña empresa, en la que empleado y empleador se juegan a bloque los garbanzos con cada día de su actividad profesional. Y exactamente lo mismo ocurre en el caso de los autónomos. Así que parece que la posibilidad de un seguimiento mayoritario de una huelga general (no me refiero en absoluto a huelgas sectoriales) hoy no es sino una quimera. Aquí, tendrán que ser las organizaciones sindicales, las que en el futuro hagan un trabajo de imaginación e innovación, para actualizar, eventualmente, la forma en que las movilizaciones pueden llegar a ser igualmente efectivas, y sus resultados menos manipulables.

Porque sí. Aunque el decir que la huelga general ha sido un fracaso puede responder a una cierta falta de reflexión sobre la correcta utilización de las palabras, el ánimo más frecuente a la hora de hacerlo es el de manipular el significado de un hecho. Entiendo que determinados medios de comunicación (y entiendo bien), son, con independencia de la escora ideológica que muestren, perfectamente conocedores del significado de las palabras; de tal forma que al leer en sus ediciones que la huelga general ha sido un fracaso (cuando no un “absoluto fracaso”), tendríamos que entender que, en su opinión, la mayoría de los ciudadanos otorga su aquiescencia a las políticas anti-crisis del Gobierno. Y parece que esa es una conclusión, cuando menos, apresurada. Sobre todo si pensamos que las manifestaciones vespertinas del día 14 de noviembre, difícilmente se pueden tildar de fracasos.

Al margen del escaso servicio -no digo ya al país, porque puede que dentro de un puñado de años todos andemos cantando loas al buen juicio de este Gobierno, que ojalá- a la deseable práctica de describir con honestidad la realidad, que esos medios de comunicación hacen, uno tiene la íntima esperanza de que en algún despacho de las instituciones gubernamentales, los que rigen los destinos del Estado entiendan que la convocatoria de una huelga general es algo serio. Que no se hace por pasar el rato, y que será que algún nivel de descontento existe entre la población administrada.

Hoy desayunamos con la noticia de que en la cumbre europea de esta semana que ha tratado la aprobación del presupuesto comunitario para el año 2014, se han identificado claramente dos bloques. Uno de ellos, el de los países con menores dificultades presupuestarias y de acumulación de deuda, que tratan de restringir a velocidad de vértigo esa parte del presupuesto comunitario que respalda las políticas de crecimiento en Europa; y el otro que está formado por los que necesitan algo más de tiempo para ir corrigiendo sus desequilibrios financieros, y entre los cuales se encuentra España.

Es curioso. España tiene hoy idénticas razones (si ello fuera posible) para hacerle una huelga general a Alemania, que la “fracasada” convocatoria del 14 de noviembre para hacérsela a Rajoy.

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