estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



sábado, 10 de marzo de 2012

Dislates de buena mañana


Una cosa les digo: No es lo mismo decir “hagamos un cono de revolución” que decir “¡coño!, hagamos una revolución”. Sí, ya sé que esta especie de graciosidad que se me ha ocurrido no alcanza ni la categoría de chiste. Pero podría incluso tener un pase si no fuera porque el fondo de la cuestión no tiene ni puta gracia. Pero es que vengo pensando últimamente que lo de intentar reírse, aún en los momentos en los que las cosas vienen peor dadas, es un asunto muy serio. O puede ser que por mor de haber dormido desarropado esta noche, me haya atacado el virus de la utopía o algo así, mientras dormía. Y si le añadiese tan solo una “s” a las dos últimas palabras de la frase anterior, tendría el título de una película muy bonita, y se me ha venido una fantasía a la cabeza. En ella, y como consecuencia de haber sufrido un accidente en las vías del metro, me imagino en un hospital postrado en estado de coma, durante un tiempo cuya duración, imprecisa, ni la Comisión Europea, ni el Fondo Monetario Internacional, ni el Banco Central Europeo, ni el Departamento de Estudios Económicos del BBVA o del Santander, y ni aún la pitonisa de las tres de la madrugada de Telecinco (consulta de último recurso) son capaces de calcular. Pero eso no es demasiado relevante, porque lo verdaderamente nuclear es que al despertarme descubro que Sandra Bullock es mi novia, y que en los telediarios ya no se habla ni de crisis ni del inquietante aspecto de nave para el almacenaje y curación de productos de carne en calceta, que nuestro mundo venía adquiriendo en los últimos tiempos anteriores a mi accidente. Ni de Cristiano Ronaldo, y de cómo una vez que supimos que hasta Lamborghini nos había fallado a todos, ya no nos quedaba nada en qué creer.


Marzo de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario