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miércoles, 30 de octubre de 2013

Dietario Errático (31-10-2011)



A la primavera en otoño que nos ha acompañado durante tantos días, ha debido de parecerle ya excesivo su comportamiento excéntrico, y ha decidido emigrar hacia el hemisferio sur. Me pregunto si las estaciones son sujetos individuales carentes del don de la ubicuidad. Si así fuera, en algún sitio lejano han debido de tener un otoño en primavera. Y me da la impresión de que eso es correr peor suerte que la nuestra: la que hemos tenido con este inesperado veranillo, en el que San Miguel no ha tenido más remedio que ceder protagonismo a otros santos más tardíos en el calendario.
 
Ahora, tras este último ciclo de carreras desordenadas, en este extraño juego de las cuatro esquinas al que los meteorólogos suelen dar explicación con la boca pequeña, supongo que ya todos estamos donde teníamos que estar. Ahora, las casas se han enfriado con una urgencia de la que carecen las calles y los parques. Es como si, al modo de las viejas lesiones de huesos, sus muros tuvieran reumas y artrosis que les sirvieran de barómetro para anticiparse a los demás en el conocimiento de los cambios climatológicos. Y entonces dejan fríos a sus ocupantes. Literalmente helados.
 
Después de muchas jornadas de azules, toca acostumbrarse de nuevo al gris, y eso siempre es desconcertante. Así que, en los barrios importantes, que aún conservan sus elegantes bulevares sembrados de bancos de forja y madera, podemos sentarnos y observar un heterogéneo desfile de moda, donde las longuísimas modelos son sustituidas por personas corrientes de muy diversas hechuras, y en el que coexisten vestimentas de empaparse los pies, con otras que provocan inclementes e inesperados sudores a quienes las lucen. Ahora, la luz del sol trabaja a jornada parcial, y a media tarde pensamos que no se está ganando el sueldo. Y aunque la oscuridad precoz hace de los periodos vespertinos momentos más gélidos y rigurosos, la verdadera destemplanza se nos incuba en el cerebro, y al ritmo circadiano se le averían las bujías.
 
Solo después de varias semanas regresa una cierta normalidad. Aceptamos que no todos podemos ser canarios, y nos conformamos con nuestra suerte. Es el momento en el que sobre los tejados se distingue el lenguaje antiguo de las señales de humo; y cuando Bert cambia de oficio, y pasa de pintar frescos en los pavimentos del parque, a limpiar chimeneas. Cuando, al fin, el viento cambia de dirección para que Mary Poppins sepa que ha llegado el momento de marcharse.
 
Uno de estos días tendría que comprarme unos mitones, para vestírmelos mientras trabajo con el ratón del ordenador. Cada año me lo digo. Y cada año, el otoño en otoño me sorprende habiendo incumplido mi propósito. ‘Determinación del inconstante’ llamo yo a esto.
 
 

2 comentarios:

  1. He llegado aquí por referencia.
    Y está esto más apartado que la urbanización Monte Pinar.
    Me he traido una silla; y las gafas de ver. Por si decido quedarme.

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  2. Pero vamos a ver, querido Juan; ¿no te das cuenta de que a la Urbanización Monte Pinar no la conoice ni el tato? Así nadie se hace una idea de los retirado que está esto.

    Si decides quedarte, será un placer hacerte de anfitrión. Ando un poco vago últimamente, pero en fin.

    Un abrazo.

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