estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



sábado, 7 de julio de 2012

Perfiles

La tía Adela llevaba años diciéndome que tenía que visitarla en su casa de Oropesa, y yo llevaba años dándole buenas palabras, pero sin cumplir jamás con sus deseos. El último verano, al fin, y para liberarme de la mala conciencia que me producía el no mostrar aprecio por la invitación de la tía Adela, le di gusto y me planté allí durante una semana. La casa estaba ocupada, además, por la familia del hijo de la tía Adela: el primo Raúl.

En esa semana no han sucedido cosas susceptibles de dejar una huella indeleble en mi memoria, ni tampoco se han dado hechos que pudieran hacer mella, en lo fundamental, en mi estabilidad emocional. La verdad escueta es que no había nada en aquella casa que guardara ni la más remota relación con las cosas que me hacen sentir a gusto, si exceptuamos la inagotable simpatía de la tía Adela.

El primo Raúl ha accedido a unos estatus social y económico elevados. Ello parece haberle transmitido una extraña conciencia de que ahora su naturaleza, tejidos epiteliales incluidos, no es como la de los demás mortales. Su actitud de suficiencia para con todo el mundo, es de tan desmedido tamaño, que durante algunos días pensé que sus "tonterías" formaban parte de un montaje de cámara oculta cuyo objetivo era gastar una broma al novato del grupo que era yo. Me he tenido que morder la lengua en varias ocasiones para no aplastarle, o al menos intentarlo, con algún comentario de esos que dejan ‘sin arrugas’ al objetivo al que se dirigen, y en un silencio de cementerio al conjunto de los presentes. Pero claro, no era plan el cuestionar al cabeza de familia (o quién sabe si de la civilización occidental moderna). La verdad es que el concepto que tenía de él, basado en nuestros cortos y ocasionales encuentros en las celebraciones de los eventos sacramentales de la familia, distaba mucho de incluir que el primo Raúl hubiera sufrido una abducción por parte de la esencia de lo inefable.

Anabel, la mujer del primo Raúl, está de muerte. Responde paradigmáticamente al principio aquel de tan tortuosa digestión conceptual de que "detrás de un hombre de éxito, hay una mujer de no me acuerdo qué órdigas de tal y cual", o sea, que no tiene entidad propia, fuera de su concepción como apéndice de Raúl. Probablemente, ha tenido esa misma naturaleza toda su vida en relación a sucesivos referentes humanos, y he llegado a la conclusión de que el hecho de que Raúl sea el actual, no tiene una relación directa con las virtudes o no que éste pudiera tener: probablemente Raúl pasaba por allí, por la vida de Anabel, en un momento adecuado. Puede que justo después de haber leído ella su horóscopo semanal.

Anabel es una organizadora incansable de lo perfecto. A veces parecía que la playa adquiría colores ambientales diversos, para estar conjuntada con la estética que ella hubiera determinado para ese día, materializada en la adecuada combinación de los colores de bañadores, camisetas, sandalias y hasta sombrilla. Situada siempre dentro del guión, el plan más apasionante que me ha ofrecido en estos siete días ha sido una partida de petanca, eso sí, con bolas plateadas. Un día, contra pronóstico, y aprovechando que Raúl tuvo que cumplir con un compromiso socialveraniegolaboralextraño de "ya que estás por allí, hombre, pues acércate"; conseguí de ella la asunción de una pequeña dosis de riesgo y me la llevé al cine de verano por la noche. Desgraciadamente, la cobertura realizada por la tía Adela en el puente de mando dispensador de cenas familiares no fue suficiente como para ahorrarle unos persistentes remordimientos que me estuvo confesando durante buena parte de la noche, incluido el rato en el que trataba yo de ponerme al día en el argumento de la película. Esta circunstancia, la de la locuacidad purificadora de conciencias de Anabel, me disuadió completamente de proponerle un alargamiento de la escapada nocturna, en la que en todo caso nunca me hubiera planteado ir de crápula, aunque realmente no sé por qué.

En fin, una buena mujer después de todo, a la que no me he atrevido a adoctrinar sobre las capacidades potenciales del ser humano, a fin de no crear inconsistencias y desajustes en su software operativo, y para no sentirme culpable de una eventual, aunque improbable, quiebra del orden familiar establecido. Creo que, en todo caso, el asunto habría concluido en un diagnóstico suyo con el principal mensaje de que yo me complico la vida en exceso.

Diego y Álvaro cierran la alineación de la familia. Siempre he desconfiado de estos nombres castellano-medievales, que parecen sacados de la costilla incorrupta del Cid Campeador. Y en efecto, yo tenía razón. Aunque los padres que utilizan estos nombres pretenden que los niños sigan el mágico camino de sus ancestros caballeros dando mandobles al mal y rescatando doncellas, y no era el ánimo de Anabel el desobedecer a la tradición ni desilusionar los deseos de Raúl; lo cierto es que estos dos angelitos de idénticos tamaño y edad, son unos animales con tanta educación como los protagonistas de la película "en busca del fuego". Anabel, que es una madre vocacional, le dice con frecuencia a Raúl, que no le importaría ir a por "la parejita". Se conoce que el embarazo único, ocurrido hace ya 10 años, dejó gravemente averiada su capacidad para la comprensión matemática, y en especial la de contar unidades, incluso si son pocas.

Un día ejercí de "tito" (expresión cursi donde las haya), y me llevé a los supuestos niños a dar una vuelta por el pueblo. Entramos en una tienda donde me pidieron insistentemente que les comprara a ambos la misma camiseta. El diseño de la camiseta en cuestión era la cara de un tipo de tono más bien bermejo y cuernecillos a juego, que guiñaba un ojo encima de la siguiente leyenda: "God is busy, can I help you?". Fui inflexible en mi negativa, además de por el mal gusto de la prenda, por el detalle de que cada camiseta costara 19 euros. Y como quiera que en aquellos días ya estaba harto de reconducir mis ataques de cólera; el tipo de la tienda se llevó las que eran suyas y las que no. Le dije bien a las claras que aunque el hecho de que él pretendiera hacer su agosto en agosto, era algo que se presume ordenado; no lo era tanto que lo intentara haciendo del mío, un enero con su cuesta y todo, y que mejor haría en darme un par de chupachups para esos bestias que estaban a punto de arrasar su tienda, y si podía inyectarles algo de Valium previamente, mejor.

De vuelta a mi vida y a la comodidad de las rutinas, le contaba a mi amigo Julio mis devenires castellonenses, un día en el que me pareció encontrarle particularmente místico. No se le ocurrió otra bondad mejor que decirme cuando hube terminado: "Ya ves cómo son las cosas, majo. Todo esto para que, al final, la familia de tu primo Raúl sea probablemente mucho más feliz que tú".

Ten amigos para esto.

Septiembre de 2004
Rev. en Septiembre de 2007

5 comentarios:

  1. A veces parece que los primos de uno no son de este mundo. Cualquiera diría que son hijos del hermano de uno de tus progenitores. Es decir, ¿no debería de haber algún tipo de consanguinidad entre parientes tan relativamente cercanos?

    Un saludo.

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  2. Hola Alterfines. Sé bienvenido a este espacio.

    Entiendo que te refieres a una cierta cercanía intelectual y emocional, porque la consanguinidad entre primos es un mero hecho biológico. Fíjate que es todavía más cercana la que existe entre hermanos, y, sin embargo, hay parejas de ellos que son el blanco y el negro. La relación con la familia es compleja, y me parece que a veces tiene más trampas que el video juego de Super Mario Bros.

    En todo caso, yo retrataba en esta entrada el perfil de un tipo de familia, en un ámbito de ficción. No tengo ni primo Raúl ni tía Adela.

    Un saludo
    Ocelote

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  3. Uuuuuups, entonces patinazo al canto.

    Es igual: por no cambiar de tercio, lo que dices de los hermanos podría llevarnos horas de charleta. Es cierto que las relaciones familiares son para echarles de comer aparte, como bien dices, pero tendríamos que hablar de eso de hermanos como la noche y el día, a no ser que los padres se hayan desentendido de su educación. Bueno, si eso ya lo dejamos para un día que nos veamos, antes, durante o después de una partida de mus, por ejemplo, con tu amigo el de apodo torero...

    Como relato, mis felicitaciones: costumbrismo muy bien construido, con dosis de ironía. Como debe ser.

    Gracias por la bienvenida, e invitado quedas tú al mío: pero dejando huella, que sino no vale.

    Un abrazo.

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  4. Aquí sigo, esperando más perfiles, que esto tenía pinta de episodio.

    Me ha encantado, me gustan estas disecciones en las que cada uno puede reconocer a su propio Raúl, a su Adela y a su Anabel particular. Y, por supuesto, el personaje-espectador -tan reconocible- que es en el fondo el hilo conductor de mucho de lo que escribes.

    Un abrazo.

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  5. Gracias Qwerty. Siento haber tardado en responder. Ha habido como un valle en mi atención al blog.

    No es un episodio, pero desde luego podría serlo. No será por falta de personajes sorprendentes con los que nos encontramos cada día...

    Un abrazo

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