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sábado, 24 de diciembre de 2011

Dietario Errático (27-08-2011)


De este mundo que tenemos, dicen los científicos que es un espacio finito, porque tiene la extensión que tiene, y ni un metro más; pero ilimitado a la vez, porque podríamos recorrer su superficie de forma indefinida sin llegar a toparnos jamás con extremo alguno.

De este mundo que tenemos, dicen los agentes económicos que es un espacio global, porque en el curso de sus operaciones tienen acceso casi a cualquier rincón, sin encontrarse en su camino ninguna valla de piedra de esas que solía haber por los campos, y para las que las inciertas consecuencias de haberlas saltado, siempre nos ponían el corazón en un puño. Supongo que prefieren pensar que el planeta es más ilimitado que finito.

De este mundo que tenemos, dice otro grupo de personas como demógrafos y ecologistas, que o bien organizamos mejor la disposición de las gradas que hay en él, o habrá que colgar en pocos años el cartel de “no hay billetes”. Para este colectivo, por tanto, La Tierra sería antes un espacio finito que algo ilimitado.

El huracán Irene no necesita comerse el tarro con semejantes disquisiciones. Piensa que, en realidad, no es nuestro este mundo que tenemos, sino su jardín. Y por ello bailará a su antojo en él sin dar demasiada importancia a lo extemporánea que su coreografía pudiera resultar para otros.

Así que, al final del día, que diría un inglés, puede que el planeta no sea una esfera perfecta, sino más bien algo poliédrico (palabra muy socorrida para los opinantes de las tertulias radiofónicas); y si tuviéramos que decidir hacia qué cara de él miran con mayor asiduidad los que toman las grandes decisiones políticas, quizá habría que concluir con una cierta perplejidad y tristeza, que puede que estén deseando que llegue la temporada de huracanes, para poder atender a lo urgente sin tener que decidir sobre lo importante.

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