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lunes, 2 de mayo de 2011

La restricción de las libertades individuales



En los últimos meses, una serie de medidas adoptadas por el Gobierno, fundamentalmente la aprobación de la llamada ley anti-tabaco, han conducido a un cierto grupo de la ciudadanía (y no me refiero a medios de comunicación, que los hay, pero no hacen sino cumplir con su “sagrada misión” de intentar erosionar la imagen de quien manda) a concluir que las libertades individuales se nos están viendo progresivamente restringidas. Hay quien incluso dice que con Franco no había tantas prohibiciones como hay ahora, por mucho que las de entonces -eso he visto admitir también a algunas de las personas que sostienen esta teoría, y justo es comentarlo- tuvieran cualitativamente un peso mayor que las de ahora.

Mi experiencia es que las más de las veces que uno escucha este tipo de valoraciones, el que se pronuncia suele utilizar un tiempo impersonal, sin sujeto explícito. Expresiones como “Están procurando”, “quieren que estemos”, “lo que les interesa”, y otras aún de mayor contundencia conceptual, son aplicadas a no sabemos quién. Se conoce que existe algún tipo de hado, o Gran Hermano, o el mismísimo HAL 9000 nacido de la pluma de Arthur C. Clarke hace casi medio siglo, y que ha vuelto a tomar presencia entre nosotros para hacerse con las riendas de nuestra azarosa existencia. Yo no puedo negar por principio que las cosas que me gustaría que no sucedieran, estén, de hecho, sucediendo. Pero lo que sí creo, y no por principio ideológico o intelectual, sino por otro de carácter más físico, es en la imposibilidad de que los hechos se puedan dar por simple generación espontánea: “Nos restringen las libertades individuales. Cada vez nos prohíben más cosas”. Por favor, ¿me puede decir quién hace eso…?

Una vez superada esta etapa -en algunas ocasiones se consigue arrancar una respuesta, que normalmente es El Gobierno - llegamos a la fase de la búsqueda del móvil. Este problema se me antoja más complejo que el anterior, si aceptamos (hablo siempre de un entorno socio-democrático de corte Occidental, como es el caso de España) que la restricción de la libertad de los ciudadanos no es un bien en sí mismo. Entonces, ¿por qué razón procurarlo? Aquí ya el abanico de respuestas es caleidoscópico. Casi siempre se termina en que El Gobierno es solo, al final, un protagonista interpuesto al servicio de algún otro que queda en la sombra. Con lo cual, volvemos a HAL 9000, una vez más.

Es obvio que existen grupos de poder que condicionan la acción de los gobiernos. Esto no lo niega nadie. El lobby es un actor casi institucional, dentro de los pasillos de la política; cosa, por cierto, que nunca dejará de sorprenderme. Pero los grupos de poder se mueven siempre en función de un posible beneficio económico, y no entran en temas de legislación que pueda afectar a las libertades de los individuos. No les produce ni beneficio ni perjuicio alguno.

De manera que seguimos sin móvil. Y teniendo en cuenta que, en este caso, tampoco está muy claro qué forma adopta el finado, si es que hay alguno, me temo que no tenemos caso, que es una frase muy de fiscales en las series de polis.

Al final, todo se reduce, en el estado de cosas actual en España, a identificar (haciendo uso de una solemnidad que pretende hacer trascendente aquello que no tiene excesiva importancia, si es que no ninguna) la regulación del uso del tabaco en los lugares públicos con la fatal noticia de que asistimos a la progresiva e inexorable restricción de las libertades individuales. Un planteamiento un poco simple, que convierte la pretendida solemnidad que utilizan sus valedores, en una mera frivolidad.

Pero aún voy más allá, y niego la mayor de que la medida coarte la libertad de los fumadores de forma innecesaria, ya que la regulación precedente permitía a los no fumadores acudir a espacios sin humos. Yo no lo veo así. La costumbre de ir a los bares es un acto predominantemente social. De forma tal, que si los clientes habituales son grupos de personas, más que individuos aislados, es estadísticamente probable que en dichos grupos coexistan fumadores y no fumadores. En esa tesitura, o rompemos el grupo en dos partes, cada una de las cuales se irá a un local diferente, o los no fumadores se ven abocados a acudir al bar donde se permite fumar. Lo harán con gusto, porque, no en vano, se trata de estar con sus amigos, cosa que consideran de importancia superior al inconveniente de respirar el humo de los cigarrillos. Pero esa no sería jamás, en pura asepsia, su elección. Por lo tanto, ¿sufrían antes, de facto, una pérdida de libertad los no fumadores? Y no me sirve aquello de que son libres de irse a otra cuadrilla. La libertad y la consideración de lo que es posible y lo que no, son dos cosas que están completamente relacionadas. Yo tengo toda la libertad del mundo para ser piloto de Fórmula 1, pero ¿de verdad esa libertad representa un valor para mí? ¿Me es de alguna utilidad?

Por otra parte, están los dueños de los locales. Una vez que lo comentado en el párrafo anterior es una realidad, y creo que eso es innegable, ¿qué libertad les queda a los propietarios de dichos lugares de ocio para elegir hacerlos de no fumadores? Yo, si tuviera que decidir en semejantes circunstancias, no tendría ninguna duda. Se trata, al fin y al cabo, de la viabilidad del negocio. Y esa era la situación, en efecto, con la primera ley. El 97% de los bares permitían fumar. Un porcentaje algo diferente, y desde luego mayor, al de las personas que fuman. Así pues, con la primera ley se condicionaba la voluntad de dos colectivos, y con la actual, la de uno, menor en número a los otros dos.

Se conoce que HAL 9000 se ha averiado una vez más.

3 comentarios:

  1. Yo no soy fumadora. Sólo he tenido migrañas brutales (el 50% de ellas causacas por humos ajenos a los que me fue imposible esquivar). Así que mejor me quedo calladita, jejeje
    Un abrazo.

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  2. Muy interesante tu enfoque, muy bien argumentado paso a paso y mediante toda una cadena de deducciones lógicas.

    Casi te veía en la sala del juzgado, buscando el sujeto explícito, el móvil y el finado si es que lo hubiera. Además, en el momento en que has hecho la pregunta “¿sufrían antes, de facto, una pérdida de libertad los no fumadores?” he mirado por el rabillo del ojo y me he fijado en los miembros del jurado. Todos han asentido con convencimiento. Todos menos uno (el que movía los dedos con nerviosismo como si le faltara algo entre ellos). Así que me parece que terminarás el proceso con éxito.

    Realmente los no fumadores siempre hemos padecido esa pérdida de libertad. Por suerte en mi trabajo no he tenido este problema pero recuerdo que en mi época de estudiante, en la universidad, estaba permitido fumar durante los exámenes por aquello de calmar los nervios de los fumadores. Sin embargo, los que no fumábamos, que estábamos igual de nerviosos que los otros, además teníamos que soportar el humo que atacaba directamente a la cabeza, haciendo que la sintieras cada vez más pesada. Así que teníamos que hacer un doble esfuerzo, calmar los nervios, e intentar pensar con claridad en aquel ambiente tan enrarecido. Eso es injusto. Ahora lo pienso y me parece una auténtica barbaridad.

    Efectivamente: “Si con la nueva ley se condiciona la voluntad de un solo colectivo, mejor que la anterior que lo hacía para dos”. Contundente.

    Ocelote for President!!!

    Keira

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  3. En realidad, si tuviéramos que hablar de libertades en sentido un poco serio, tendríamos que hacerlo de cosas como los que indican las tablas que sujetan los individuos de la ilustración. Me da pena (y algo de rabia) que seamos tan proclives a tirar de grandes conceptos y a hacer uso de actitudes apocalípticas, para debatir sobre cosas tan pequeñas. Y esto lo dice un fumador. El próximo mes de julio hará 10 años que lo dejé. Pero sé que en realidad soy un fumador que no fuma. En fin, espero que las migrañas vayan ahora mejor, Sinu. Son un padecimiento tremendo, según dicen todas las personas que las sufren.

    Gracias Keira. Tan amable, como siempre. Pero deja, deja, que es muy mala vida, la de Presidente. Quedémonos mejor donde estamos, que aquí tenemos, al menos, algún ratillo libre para pensar sobre las cosas.

    Abrazos a ambas.

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