estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



lunes, 29 de julio de 2013

Te cuento una peli


Anoche vi una peli de flipar, macho. No se entendía bien del todo, pero creo que tenía algún tipo de intención. Ya sabes, cuando el autor te deja ahí pensativo; pues eso. Aún no sabría decirte si me gustó o no, pero lo que sí puedo asegurarte es que uno no se queda indiferente. En fin, te cuento:
 
"Era una pareja que se conocen en una panadería cuando van a comprar una barra de pan, y se gustan a primera vista. Así que deciden tener una cita al día siguiente, y se van de la panadería sin la barra de pan. Ellos, la tía y el tío, eran hermanos, pero no lo sabían. ¿Te imaginas la putada? La cosa es que se enganchan emocionalmente; o sea, que se enamoran ¿no? Pero no pueden consumar porque todo alrededor es un lío. Resulta que él, el día que han quedado para tener la cita y tal, tiene un problema porque uno se le acerca por la calle y le dice: “tío, sé quién eres, y ya no eres el que solías ser”. Entonces él, que es muy circunspecto, se mosquea y se dice: “¿y quién soy yo?”; y luego se dice: “¿y quién solía ser yo?” Entonces no acude  a la cita con la chica -que es su hermana, aunque él aún no lo sabe-, y se pilla varios tomos enciclopédicos en una biblioteca de su barrio, y empieza a  buscar en ellos quién era él; pero, claro, no lo encuentra. La cosa es que cuando está entretenido con los libros, llega el encargado de la biblioteca, y le dice con una voz distorsionada, como de secuestrador de película de detectives: “lo que buscas, no está en los libros, sino en tu propio ser”. Para cagarse, vamos. Y va el tío, y se mira a sí mismo, para ver su propio ser, pero no pilla la cosa. Y cuando va a preguntar al encargado de la biblioteca que qué ha querido decirle con lo que le ha dicho, se encuentra con que hay otro encargado de biblioteca distinto. Entonces, va y le dice: “disculpe, ¿puede usted avisar a su compañero? Y el compañero del compañero desaparecido le dice: “¿a qué compañero se refiere usted?, estoy yo solo a cargo de la biblioteca”. Entonces le dice: “perdone, es que me pareció usted más rubio hace un rato”; y el otro le dice: “siempre me dicen que parezco más rubio de lo que en realidad soy; pero vamos, que soy tan rubio como puede usted ver”.
 
A todo esto, la chica, que es hermana de él, pero aún no lo sabe, está esperándole en una esquina, cerca de la cual, hay una chocolatería. Y de repente se da cuenta de que algo no va bien. No sabe muy bien qué es lo que es, pero algo no cuadra. Entonces sale el cocinero de la chocolatería a fumar un peta. Ella le mira como quien ve a un chocolatero que es, además, un fumador compulsivo. No le da importancia, y vuelve a concentrarse en la esfera de su reloj de pulsera, no vaya a ser que sus manecillas se hayan parado, o, por el contrario, se hayan acelerado como si el tiempo, de repente, tuviera prisa. Entonces se encuentra confundida porque no comprende cuál de las dos situaciones explicaría el retraso de su amado, que, aunque ella no lo sepa, en realidad es su hermano.
 
El chocolatero fumador, que tiene un sexto sentido, ve cómo la chica no para de mirar su reloj, y le dice: “¿quiere saber la hora exacta? Hace ya un ratillo que la observo; y observo, asimismo, que no se fía de su reloj. Si quiere, puedo llamar a mi primo, que además de primo mío, es relojero. Él siempre tiene la hora exacta, porque de ello, entre otras cosas, vive. ¿Qué me dice?” Ella le mira con recelo, pero decide confiar. Total, no tiene gran cosa que perder. Entonces le dice al chocolatero: “dígame qué le dice su primo. Pero dígame antes, si le parece bien, cómo va a llamarle, habida cuenta de que no tiene usted ningún teléfono. Eso, si no lo tiene en algún sitio oculto que sería de difícil localización, y de aún más difícil justificación”. Él sonríe. Está claro que no es su primera vez. Entonces, apaga el cigarrillo contra la palma de su mano y empieza a tocar en la superficie perimétrica de lo que de queda de aquel con precisión de relojero. O sea, con precisión de primo suyo. La toba -para entonces el cigarrillo no tiene aspecto de algo distinto- le devuelve el siguiente mensaje acústico: “ti-tu-ti-ti-tu-ti-tu-ti-tá-tá-tá-tá”. Luego, se mete el cigarrillo en la oreja y se queda mirando al frente. De vez en cuando hace gestos de asentimiento, pero no dice ni una sola palabra. Después cuelga, o al menos eso interpreta ella que hace él cuando le ve sacándose el cigarrillo-teléfono de la oreja. Él la mira con gesto de turbación, y dice: “lo siento, mi primo no ha podido ponerse, no sé qué hora es. No puedo ayudarte”. Dicho lo cual, se mete echando mistos en la chocolatería. Ella decide que igual su hermano, que ella aún no sabe que lo es, no se presentará, así que decide largarse. Pero antes, repara en el cigarrillo que el chocolatero ha utilizado para hablar por teléfono, y que está aplastado en el solado de la entrada al local. Se agacha para examinarlo, y no consigue encontrar ningún elemento hardware que indique que se trata de un dispositivo electrónico. No obstante, por si acaso, saca de su bolsillo derecho una pequeña bolsa de plástico, e introduce en ella la toba aplastada. En la bolsa hay una leyenda en letras de color rojo que dice:
 
Prueba X (indique, con letra clara y en mayúsculas, la letra ordinal correspondiente) de la defensa/acusación (táchese lo que no proceda).
 
Llueve a la salida de la biblioteca. El tipo se mete en una tienda de ropa que se encuentra oportunamente próxima, y se compra una gabardina. Cuando va a pagar, la señorita que le ha atendido, le desliza un papel sobre el mostrador, y le dice en un volumen casi inaudible, y con una evidente actitud de sigilo que, por favor, no lo lea antes de salir de la tienda, y que no regrese a la misma, o la pondrá a ella en un grave peligro. Él asiente, y se guarda el papel en el bolsillo de la gabardina, que piensa llevarse puesta. Una vez en la calle, se sube el cuello de la gabardina, y se introduce en el metro. Coge la línea circular, para así no tener que tomar decisiones durante un buen rato, y aprovechar la calma para poner en orden sus pensamientos. Entonces recuerda el papel que le ha sido entregado. Lo coge del bolsillo, y lo lee. Esto está escrito:
 
La gabardina te sienta como un guante, cariño. Pero, en realidad, los dos sabemos que no es tu talla.
 
Entonces se queda frito. El tren acaba de entrar en la estación de Cuatro Caminos.
 
Al abandonar la chocolatería, la mujer se ha dirigido hacia el centro. Conoce un par de locales en los que se practica la adivinación, y está decidida a averiguar qué es lo que no va bien. Qué es lo que le ha generado esta incontenible ansiedad y preocupación. Al doblar una esquina, tropieza de frente con un tipo que parece rubio sin serlo. “Discúlpeme –dice la mujer-, no sé en qué iba pensando”. “No tiene de qué disculparse -le contesta el tipo rubio a ratos- En lugar de eso, mejor pregúntese porque él quería exactamente la misma barra de pan que usted ya había pedido al panadero”. De repente, todo su ser se agita. Ahora recuerda que el día anterior ocurrió exactamente eso. Su inminente amante, que es hermano de ella, aunque este hecho aún sea ignorado por ambos, pidió la tercera baguette empezando por la izquierda. Pero ella ya estaba allí, y ella siempre se lleva la tercera baguette empezando por la izquierda. De hecho, el panadero ya tenía que haberla retirado de allí".

-Y ya... ¿Qué? ¿Flipas o no flipas?
 
-¿Qué cómo llegan a saber él y ella que son hermanos?
 
-Bueno, de esa parte no me enteré muy bien. ¿Pero a que la peli tiene ahí un mensaje o algo?
 
-Si quieres te la paso…
 
 
Julio de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario