estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



sábado, 25 de febrero de 2012

El Sistema


El Sistema es como el ojo del Gran Hermano. El Sistema es un concepto difícilmente definible para el ciudadano medio de la calle que, aunque algo apurado, va tirando mal que bien. El Sistema es también algo completamente ignoto, mágico y severo, para el pobre de solemnidad a quien ya no le queda ni atisbo de esperanza; ni falta que le hace, porque la esperanza ni se come ni se habita. El Sistema se llama así, a secas, con mayúscula y sin apellidos. Y no se le puede poner apellidos porque para poder hacerlo, se necesitaría saber sobre quién descansa la responsabilidad de dirigir su comportamiento, y la facultad de modificar sus reglas inefables. El Sistema es como Deep Blue, aquel famoso ordenador que jugaba al ajedrez, y ganaba partidas a los grandes maestros internacionales, y al que no se le programó instrucción alguna que no tuviera relación con el objetivo de aplastar a su enemigo. Por eso El Sistema es incompatible con la naturaleza humana, o, al menos, con aquella que hasta hace algún tiempo pensaba yo que debía corresponderse con nuestra capacidad emocional. Y sin embargo, El Sistema es vehementemente defendido por un numeroso grupo de hombres, que dicen que su funcionamiento es perfecto y sin fisuras. Éstos, los dueños del secreto, no han mudado, aparentemente, la piel y los huesos con los que nacieron, por combinaciones líticas de cuarzo, feldespato y mica. Así que son, en alguna medida, como el propio Sistema: seres de difícil definición. A veces me pregunto si no serán descendientes, mimetizados en el gris inconcreto que forma la población humana vista desde el espacio exterior, de la bella y mítica Diana, aquella mujer 'visitante' a la que le cabían con holgura los ratones por la garganta, aún cuando éstos se agitaran inquietos, intuyendo que el viaje que iniciaban no podía terminar en nada bueno.

Estos días Grecia, con toda su población asustada, y repleto su macuto de pecados capitales (aunque nada tengan que ver con la religión), se ha puesto frente al Sistema, escrutando con angustia el sentido que se disponía a tomar el pulgar de aquel que todo lo puede. Y hoy, me he asomado a una de las ventanas que el ingenio humano nos ha proporcionado para poder ver de cerca los tejidos del Sistema (sin que ello nos permita poder abarcar la comprensión global de su funcionamiento, claro está), y veo que la prima de riesgo de la deuda soberana griega es de 3.235 puntos básicos. O sea, que si Grecia logra que alguien le preste dinero, tendrá que remunerarlo al 34% (decima arriba, decima abajo), un tipo de interés que haría sonrojar al mismísimo Shylock. Y se hará aún más pobre, porque el afrontar el pago de esos intereses no le permitirá ahorrar. Y entonces le prestarán el dinero más caro todavía porque no es un buen ahorrador. Y así una vez, y luego otra…

Si diéramos a elegir a los griegos, no me extrañaría en absoluto que prefirieran ser ratón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario