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viernes, 13 de enero de 2012

Dietario Errático (04-06-2011)


Felipe es un tipo alto de tez morena que está permanente pegado a una sonrisa. Felipe es cubano. Y pintor, y grabador, y dibujante y escritor. Felipe es, por lo que le conozco (y estoy seguro de que solo puedo ver un trozo muy pequeño de su humanidad), un hombre renacentista, y, desde luego, un tipo excepcional.

Felipe ha expuesto su obra pictórica en muchísimos lugares de todo el mundo, y sin embargo no vive de la pintura. Un día le pregunté que cuánto podían costar sus cuadros, y me vino a decir algo así como que quien quiere vivir del arte, no puede vender sus obras por debajo de un precio mínimamente razonable. Eso es así, porque aquel que compra arte, piensa que no es arte lo que está comprando, si su precio de adquisición es demasiado bajo. Además, la obra de Felipe es magnífica (a los ojos de este que suscribe), de manera que no puedo permitirme comprarle un oleo sobre lienzo de 100x70, pongamos por caso. Y es alguno de esos oleos suyos, lo que a mí me gustaría tener colgado en la pared de casa.

Sin embargo, la guita sí me alcanzó para encargarle un ejemplar de un poemario que tiene escrito, y que complementa con ilustraciones de algunos de sus cuadros. Y tardó un poquito en llegar el libro, porque Felipe tuvo que encargarlo a Estados Unidos, a una de esas empresas que te hacen ediciones cortas, incluso de un solo ejemplar. Creo que en algún sitio de Connecticut (o puede que fuera otro Estado, pero es que a mí me gusta mucho como suena Connecticut. Me encanta). Y es por eso que tengo un poemario de Felipe, que me ha dedicado utilizando para ello unas palabras cariñosas, y el dibujo de un rostro de mujer, hecho a vuela pluma con un bolígrafo azul.

Cuando bajamos a comer al restaurante de menú del día de al lado de la oficina, me encanta cómo me saluda Felipe. Siempre encuentra, entre las agitadas prisas de la hora de servir comidas, un hueco para hacerlo; con su sonrisa pegada al rostro y un apretón de manos. Y me gusta cuando me dice: “¿Qué pasa, campeón?”, cuando es evidente que si algunos de los dos hubiera de ser tal cosa, quien pone los méritos es él y no yo.


Ilustración: Sueño Azul - Felipe Alarcón (1997)

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