estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



sábado, 12 de noviembre de 2011

Tempo per vivere



Pequeño homenaje a Jose Luis Alvite. Un tipo que se cayó en la marmita del talento narrativo cuando era pequeño. Durante un tiempo, coincidí con sus “Historias del Savoy”, algunas de cuyas imágenes siguen vivas en mi memoria, como si hubieran sido grabadas en ella a cincel y maza.


Eran las seis de la madrugada. Hacía ya varias horas que el más noctámbulo de los noctámbulos que en el club Tempo Per Vivere son, se había largado del local. Pero Enrico Travanti seguía allí, aferrado a un tenedor y a una cuchara, como si el destino de su vida dependiera de su conexión física con ellos. Y así parecía ser, tal y como iban las cosas. Piero Maldonado, que ejercía simultáneamente los oficios de segundo, amigo, contrapunto y ángel de la guarda de Enrico, observaba, entre frustrado y atónito, como éste devoraba su decimoquinto plato de spaguetti.

Unas horas antes, la insensata lengua de alguien había decidido -en el ingenuo convencimiento de que su valiosa información habría de ser recompensada con un cierto abultamiento de su cartera- hacer llegar a Enrico la desagradable noticia de que Paola, su venerada novia desde hacía ocho años, se la estaba dando con Carlo Mantegna, uno de los chicos de Piero. Y en efecto, la recompensa llegó, aunque en especie. Al tipo le dieron de cenar, con la ayuda de un embudo de acero revestido de amianto, una sopa de sabor metálico y hecha a base de infierno, que le carbonizó la garganta, el esófago, y cuántas vísceras se pusieron a su alcance; antes de que la muerte, condescendiente, se presentase para aliviarle de unos dolores dignos de mártir de la tradición cristiana.

Enrico conocía algo a Carlo, ma non troppo. Solo tenía por cierto que era como el hermano gemelo del tipo del anuncio de Martini; y sabía, además, por la información que le había suministrado Piero en las horas precedentes, que solía hacer bien su trabajo, aunque a veces pareciera que las prisas por ser quien todavía no era tiempo de ser, le podían. Piero, en cuanto fue puesto al corriente por Enrico, le sugirió que podían “arreglar” la situación aquella misma noche. Pero resultó que Enrico estaba enamorado, con un amor de colegial, y rechazó la idea con rotundidad. Las fotos con las que acudió el desafortunado buscador de fortunas fáciles, eran demasiado explícitas. Tanto como los ojos de Paola perdidos en los de su joven amante. “Esa mirada no engaña, Piero -le había dicho Enrico- Paola está colada por ese hijo de siete padres. Si le diéramos pasaporte a él, tendríamos que dárselo también a ella, porque su vida se quedaría tan vacía como el salón que nos rodea. Te llevarás a los dos lejos de la ciudad. Les dejarás con lo justo, pero no tocarás un pelo de Mantegna, ¿está claro? ¡Y por el amor de Dios!, acompáñame comiéndote al menos un plato de esta delicia. En realidad, las noticias que te hieren son más llevaderas en compañía de los spaguetti que prepara Stefano. Es como disfrutar del paraíso, antes de que el juicio final te declare merecedor de acceder a él”.

Piero convino en comerse unos spaguetti de Stefano. Nunca supo negarle a Enrico los caprichos, que tan a menudo se le ocurrían, y que tan peregrinos resultaban a veces. Estas sugerencias de Enrico a las personas de su entorno, eran como los deseos sobrevenidos de un niño. Se materializaban con una calidad vocal del todo alejada de la que se espera de las órdenes de un superior; y se acompañaban de un nítido brillo de ilusión en sus ojos. Algo sorprendente en quien está acostumbrado al ejercicio del poder. Por eso Piero se encontraba comiendo pasta a las seis de la madrugada; y a la vez que lo hacía, intentaba convencer a su amigo para que cejara en el despliegue de honores que venía rindiendo desde hacía horas a la cocina de Stefano.

-¡Maldita sea, Enrico!, vas a reventar. Además, se te va a quedar un aspecto físico muy poco comercial, justo ahora que habrá que empezar a pensar en encontrarte otra novia.

-Ya no estoy para más novias. Ahora comprendo que mi amor y mis atenciones de enamorado hacia Paola, no hacían sino eco en sus anhelos robados. Me encuentro algo cansado, Piero. Al menos, demasiado, como para ponerme a buscar el corazón deshabitado de una mujer. Uno que acaso pudiera yo ocupar.

Fue justo cuando Piero iba acabando su plato, cuando cedieron las paredes del estómago de Enrico. Éste se dio cuenta de inmediato, pues el dolor le golpeó con la intensidad de una lengua de magma. No dio, sin embargo, señales externas de ello. Ni una mueca. Ni un músculo del rostro contraído. Calculó que aún le quedaban algunos minutos antes de que la hemorragia interna le dejara sin aliento. Así que se levantó y pidió su abrigo.

-Me voy, Piero. Te ruego que te quedes a ayudar a Stefano a cerrar el local. Y no olvides compensarle por la molestia de tener que llegar tan tarde junto a su mujer. He quedado en casa con un caballero con el que mañana salgo de viaje, y no querría cometer la descortesía de llegar tarde a nuestra cita.

Enrico se fue caminando despacio hacia su casa, que tan solo se encontraba a un par de manzanas. La imagen del cartel de neón del establecimiento se le quedó pegada al pensamiento. “De vez en cuando hay que cambiar el nombre de los clubes nocturnos de Manhattan -se dijo-. Si no, los clientes pueden acabar por aburrirse de acudir a ellos cada noche”.


Noviembre de 2011

3 comentarios:

  1. Bonito título para una parábola particular de la mafia, muy buena la personificación de los dos personajes, Enrico y Piero, su relación de hermandad como buenos Italianos.
    Original el relato, muy escenificados los detalles.
    Me gustan tus relatos, para mi historias, muy entretenidas de leer y cuidadas por tu parte para que se lean.
    Cada dia lo haces mejor ¨Campeón¨.
    UN Beso

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  2. Original manera de suicidarse, de aprovechar el "tempo per vivere" con la pasión de cada cual.

    De lo que más me ha gustado es la coherencia del personaje dentro del relato. Siempre me ha parecido que el arquetipo del mafioso italiano (a diferencia del eslavo o el marsellés por poner ejemplos) tiene siempre un toque un poco infantil y un mucho romántico que nos hace que nos caigan bien, a pesar de todo.

    Ahí lo clavas. Alvite estará orgulloso.

    Enhorabuena. Un abrazo.

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  3. Muchas gracias, anónimo. Cada día me doy más cuenta de que esto tiene mucho de tiempo y paciencia. Se me ocurre que hoy en día, nos perdemos a mucha gente que sería capaz de escribir estupendos relatos, solo porque, contagiados por el estilo de los mercados financieros, tan en el candelero ahora, necesitan resultados inmediatos a su esfuerzo. Si es hoy, mejor que mañana.

    Me quedo pensando en ese campeón entrecomillado...

    Hola Qwerty. Te veo muy puesto en castas mafiosas. Muchas gracias por el comentario. No las tenía yo todas conmigo con este relato.

    Un abrazo
    Ocelote

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