estrachas del ocelote

Pequeño almacén de letras



domingo, 25 de septiembre de 2011

Dietario Errático (26-05-2011)


Mi hija adolescente se ha echado un novio. Así, con ese deje de despreocupación (y puede que un tonillo algo madrileño), suelo yo describirlo cuando toca hablar de ello. Y es que, aunque la mayoría de los testimonios paternos circundantes que he tenido ocasión de escuchar, han coincidido en alguna frase del tipo: “Ya verás cuando tenga un novio. Prepárate”, yo nunca le he dado mayor importancia a este asunto.

Ayer fui al colegio de mi hija, a ver la representación de “Otelo, el moro de Venecia”, obra en la que ella actuaba. Y tuve ocasión de conocer al chico. Según parece -eso me han dicho quienes le conocen de antes- se vistió una indumentaria escogida con cierto cuidado. Algo desviada de sus hábitos (nunca mejor dicho) de chaval al uso del siglo XXI. Es algo que considero comprensible, si uno se encuentra zarandeado por fuerzas de naturaleza extraordinaria, como por ejemplo “el marrón de conocer a su padre”. Tan solo tuve ocasión de saludarle, cosa que hice con la cortesía que la situación requería, y poco más. Sin embargo, esta mañana, al mirarme al espejo, me ha parecido distinguir un cierto bronceado en mi tez, en el que no recuerdo haber reparado antes. Hasta hace un par de días, sin ir más lejos.

2 comentarios:

  1. Pues aqui estoy la primera (por derecho en este asunto). Se ve que además de las bicicletas, las cucharas y la manzanas nos interesan otros temas en común. Y lo que nos queda.
    Beso Otecelote
    L

    ResponderEliminar
  2. Ah, en efecto. No solo de bicicletas, cucharas y manzanas se alimenta el pensamiento. Se nutre, igualmente, del reconocimiento de que no solo cambia uno per se, sino que lo hace también en función de cómo van cambiando los demás.

    Besos, L.

    ResponderEliminar